lunes, 2 de junio de 2008

Respirar no es suficiente

En un abrir y cerrar de sentimientos aparezco. No te conocía, pero quiero hacerlo. Estoy aquí por ti. Eres el sentido de mi vida.

¿Cómo explicar a esa "alma en pena" que se encuentra enfrente mía, que tiene que aceptar –quiera o no quiera- lo que no concibe su cabeza? Llevo más de dos semanas observándole, y no me dice nada, pero he decidido que tampoco le transmitiré pensamiento alguno. Le veo entrar y salir de su habitación, no deja de hacer sus cosas, pero al mismo tiempo intuyo que cae en la cama sin haber vivido ese día que acaba de fallecer. Noto que interiormente se está abandonando, aunque su fachada exterior lo disimule con hábiles mecanismos de defensa.

Este es uno de esos momentos que no me queda más remedio que hacer equilibrios en el filo de la navaja y lo mejor es no actuar, y dejar que el tiempo pase, esperando que empiece a cicatrizar un dolor aún prematuro. Estoy dispuesta a charlar, pero no voy a invadir su espacio de intimidad necesario, aunque me duela la situación.

No es fácil estar junto a alguien necesitado de apoyo y de soledad, donde el transcurrir de sus minutos deambula en una continua contradicción de deseos insatisfechos, siempre inalcanzables. Antes de iniciar este tiempo de silencio voluntario me confesó que el anzuelo de dolor que yacía entre su corazón y su alma le rajaba por dentro cuando le invadían recuerdos intermitentes de su mujer. Le miré compasivamente y sus labios tan solo pudieron derramar un “Solo respiro”.

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