domingo, 27 de abril de 2008

En busca de "muertos en vida"

Busco, encuentro y trato de despertar esa fe dormida.

No acompaño a todo aquel que se siente solo. Siempre estoy alerta, activo el radar de mis sentidos hasta que elijo a esa persona que tiene los síntomas de alguien que ha perdido totalmente su rumbo, y cruzo los dedos para que me deje bucear en su intimidad.

Aunque mi sentido de la vida sea hacer lo que hago, cuando me presento a un nuevo "muerto en vida", siempre es como si fuera la primera vez, y no toda la gente responde de la misma manera. Me encuentro con todo tipo de reacciones: sorpresa, miedo, ternura, alegría, rencor, nostalgia... Pero me adapto al ser humano que tengo enfrente, le observo, le escucho, telepateo sentimentalmente con él, me dejo fluir, con la intención de que abra las ventanas del pozo en el que está y pueda ver -al menos- una tímida lucecita que le anime a seguir hacia delante.

Trato de ganarme su confianza haciendo que se sienta cómodo a mi lado. Siempre voy de verdad, de nada sirve fingir en estas situaciones, ellos lo detectarían al instante. El tacto con el que me aproxime es vital, ya que estas personas son en su mayoría suicidas potenciales. Si os preguntáis si he presenciado un suicidio: afirmativo. Desgraciadamente los he vivido, y no solo uno, ni una centena, ni un millar, sino millones de ellos. Por eso es muy delicado e importante elegir el momento idóneo, y nunca hay tiempo que perder, porque también en muchas ocasiones he llegado tarde, y me he encontrado cadáver a quien instantes antes era sólo un "muerto en vida".

viernes, 25 de abril de 2008

¡Dibújame!... ¡Llámame!

No me importa mi físico, ya que son vuestros ojos los que lo dibujan, eso sí, únicamente me han visto aquellos que me han hablado y han confiado en mí.

Yo no me veo, me siento. El chico con el que vivo en estos instantes dice que tengo el pelo rapado, que mi cara es bonita y limpia, que el amarillo y el naranja se funden en mis ojos hipnotizantes, que tan solo mido un metro y que mi cuerpo es espectacularmente bello. Seguro que cuando conocí a Ángel me veía diferente (ah, que su novia no se asuste, nuestra historia fue antes de la Era Aurora).

Mi nombre es otra de mis paradojas, ya que siempre me encuentro en compañía de alguien. Nunca me he planteado si me parece bonito o feo "Soledad", sólo se que me gusta que me llamen. Hace que me sienta más viva. No tengo padres, nací como todo el mundo, así de repente. Tampoco tengo hermanos, ni hijos. He vivido en todo tipo de hogares, he conocido todos los países, todas las ciudades, todos los pueblos, todas las aldeas, y como ya os comenté, he convivido con millones de personas, pero he conocido a todas las personas que han pasado por este mundo (aunque muchas no hayan querido acercarse a una servidora).

Mi primera vez


Tengo la edad del sol. Si divides mi nombre en dos e inviertes esas partes sabrás porqué.

He conocido a millones de personas a lo largo de todos mis siglos de vida, pero ésta es la primera vez que me animo a escribir, y ello se lo debo al chico con el que ahora vivo. Me ha contagiado su inmenso deseo por convertirse en escritor, y por fin he dado el arriesgado salto hacia la página en blanco. Siempre he utilizado el lenguaje no verbal para expresarme, además de ejercer de espejo con la gente que he convivido. Me explico. He acompañado a multitud de hombres y de mujeres en etapas difíciles de sus vidas y los he ayudado a verse a sí mismos tal y cómo son. Les he enseñado a saber discernir entre lo que querrían ser y lo que en realidad son. Pero eso no significa que sea profesora de nadie, ya que os juro que con ésta extraña forma de vida que me ha tocado, lo que más he hecho ha sido aprender de todas aquellas gentes que han tenido la suerte o la desgracia de conocerme.

Nunca he hablado con nadie. Mi voz nunca ha sido escuchada, porque no la tengo, y no me quejo, hay cosas peores. Siempre me he comunicado a través de los gestos y de la telepatía sentimental y, como no, he escuchado, he escuchado, he escuchado… A veces he comprendido y otras veces… no (para qué engañarnos). Mi lenguaje es universal. A pesar de no saber hablar, se todas las lenguas, dialectos y jergas que ha habido y que hay en el mundo. Curiosa paradoja (mis reflexiones siempre están repletas de ellas, son unas buenas amigas de la vida).