martes, 13 de mayo de 2008

A solas con tu tristeza

Soy real, no de carne y hueso, pero existo. Nunca se sabe por cuanto tiempo seré para ti, ni en cuantas ocasiones se cruzarán nuestros destinos, si es que nos volvemos a encontrar. Todo es incierto, todo es posible, así de paradójica soy, así es la vida.

Estoy muy cerca de ti, pero todavía no me conoces. Cuanto más sufres más lo estoy. Es un sufrimiento agudo, duradero, que es imposible transmitir a nadie, y por mucho que lo persigas siempre te quedas en el incompleto intento.

Trato de abrigarte, de dar sentido a ese vacío que te recorre por dentro, que te acompaña allá adonde vayas o vuele tu imaginación, que empieza en ese abrir de ojos matutino y que acaba entre las noctámbulas cuatro paredes de tu habitación. En ese espacio opaco sólo se oye un corazón, tus lágrimas se han secado ya, y haces el amago, el gesto que preludia el llanto, arrugas la cara frente al espejo y solo te sale una honda tristeza que ni tú puedes ver. Te das pena, no entiendes, y lo peor es que la realidad supera con creces a la pesadilla que alguna vez escuchaste en boca ajena.

Tal vez hayas oído hablar de mi, aunque dudo que esos comentarios se aproximen a lo que en un principio podrías pensar. En realidad, hasta que no te toco por la espalda, no empiezas a masticar el nuevo estado anímico en el que te ahogas. Pero no siempre actúo igual –como ya os dije- pues todos sois distintos y únicos. Hay gente que no reacciona, que se niega a aceptar el devenir de los acontecimientos, que se refugia en la esperanza bañándose en la nostalgia de un pasado mejor o que acaba huyendo sin rumbo fijo al callejón sin salida de su propia mente.

No hay comentarios: