martes, 3 de junio de 2008

Sueño amargo

Trabajo las 24 horas que los humanos habéis inventado. Cada segundo forma parte de vuestras vidas, y el soñar también entra en el lote. Esas pocas horas en que cada día os desconectáis es vital, y os marca más de lo que muchos pudierais imaginar.

Duerme. Continúa intranquilo, se mueve y con el pasar de las horas inventa nuevas posturas sobre el colchón. Sueña. Entra, de nuevo, en el mundo oscuro. Sufre y roza la felicidad. Otra paradoja más. Sufre porque Ella ya no forma parte de sus días y pellizca la felicidad porque la vive por unas horas, aunque su mente invente pesadillas, más que sueños de esperanza. Por otro lado, veo positivas sus ensoñaciones, porque se aproximan a su desgraciada realidad, a esa vida consciente que empieza con la alarma del teléfono móvil y que acaba de golpe ya entrada la madrugada.

Ya son varias noches en los que viaja de pesadilla en pesadilla, o mejor dicho, rara ha sido la noche en la que no ha vivido en primera persona esos agridulces sueños con la que fuera su esposa. Su cabeza no para de dar vueltas al ruedo de su pesar. La rueda no para de girar en torno a Ella. Tampoco lo hace continuamente. Es más bien como una gotera, que al finalizar la jornada logra llenar un cubo de agua amarga y sucia, donde él aún ve reflejados restos de enamorado, de su máxima ilusión, de su mayor orgullo. Pero la foto que flota en esa superficie asquerosa tan solo dura un instante que él lo estira hasta más no poder, y como cada madrugada, se vuelve a romper en una emoción universal llamada pena.

Nunca le despierto. Le observo, me preocupo, trato de empatizar con su dolor. Me conmueve, le comprendo. No busco porqués, él sí. Esa es la diferencia entre los seres humanos que acompaño y una escribidora. Mi trabajo no consiste en colorear sus ánimos para insuflarle una ilusión ficticia. No vale el todo pasa. Solo vale lo que la persona sienta, la experiencia vivida, el día a día, y que comprenda poco a poco o mucho a mucho partiendo de su propia realidad. Mi relación con el engaño es nula. De nada sirve animar, sino se escucha. De nada sirve vender humo cuando estas dentro del incendio, de tu infierno particular. Sirve comprender, vestirte con su piel y mostrarle una tenue luz que no menosprecie su dolor.

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