martes, 3 de junio de 2008

Palomitas de esperanza

Soy espía de vidas rotas. Soy una detective de sentimientos. Soy intuitiva. Observo y escucho conductas de seres humanos. Busco las piezas que encajen en vuestros puzzles.

Se encuentra a la defensiva. Está nervioso. Se pregunta y no encuentra, a pesar de los pesares, recolecta algunas respuestas como si se tratasen de auténticos salvavidas, las usa durante algunos días, pero no le sirven, y vuelta a empezar. Avanza o eso dice el calendario. Sigue respirando, pero se le atraganta esa realidad que no ha elegido, que nunca llegó a desear porque simplemente le aterraba el pensar que pudiera suceder algo similar.

Pienso que todavía es pronto para él. Observar su mente me recuerda a esa mágica metamorfosis a los someten los granos de maíz hasta transformarse en ricas palomitas. Sus ideas van tomando forma y en cualquier momento salen disparadas sin saber la dirección que van a tomar, explotan unas contra otras, algunas se queman, otras las digiere, pero también hay otras muchas que no han terminado de cuajar porque les falta la temperatura adecuada. Esa temperatura es el tiempo al que me refiero.

Puede explotar en cualquier momento, pero se contiene. Demasiado ha pasado como para que pase más. Anhela paz. El amor ni siquiera se lo plantea. Ahora le confunde ese vocablo tan prostituido. No se cierra puertas, aunque tampoco tiene muchas fuerzas para abrirlas. Actúa por inercia y va tirando de los recursos de los que dispone: trabajo, amigos, psicólogo, deporte y ocio, y como no, de la fe en Dios, en la justicia y en la bondad.

Nuestro amigo se encuentra en una etapa en el que no sabe lo que siente, ni lo que quiere, está absolutamente perdido. Pero veo algo de luz en la espesura de la niebla por la que parece vagar. Esa esperanza me la da el hecho de que busca cambios y persigue una transformación. Quiere romper con ciertas formas del pasado, aunque de algunas otras no pueda o no quiera aún desprenderse. Y esa voluntad de cambio, dentro de los cambios forzosos a los que se ha visto obligado, hace que mi corazón sonría por él. Es un paso que desde aquí aplaudo.

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